Cápsula naval
Por Homero L. Lajara Solá
Navegar en aguas desconocidas siempre ha sido un reto para cualquier capitán. Los temporales inesperados, los bancos de niebla y las corrientes traicioneras pueden poner en peligro hasta al buque mejor equipado.
En tiempos pretéritos, los navegantes confiaban en cartas náuticas precisas y astrolabios bien calibrados.
Hoy, en una era donde la batalla no siempre se libra en mar abierto, sino en el océano del garfio pirata digital, la distorsión de la información puede ser el arrecife oculto que hace llamar hasta la nave más imponente.
Un barco puede perder su rumbo si la vigía es engañado por luces falsas en la costa.
Cuando una tormenta amenaza la flotilla, la pericia del almirante se pone a prueba.
No basta con corregir el rumbo; Hay que mantener la moral de la tripulación, asegurar la estabilidad de la nave y tomar decisiones en fracciones de segundo.
La confianza en la oficialidad, en la carta de navegación y en la rosa náutica de la ética puede hacer la diferencia entre arribar a puerto seguro o zozobrar en medio de la tempestad.
Hoy, las fragatas no solo requieren blindaje contra torpedos, sino sistemas capaces de detectar amenazas ocultas que buscan minar la estructura desde adentro.
No es suficiente con reforzar el casco; es necesario entrenar a la dotación para distinguir entre una alerta legítima y un falso aviso de abordaje.
Las tormentas pasarán, como siempre lo han hecho, pero solo aquellos que mantienen un norte claro y un timón firme podrán seguir navegando el rumbo del honor, sin vararse y caer en el indecoroso zafacón de la historia.
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