Nota: Relato anónimo que me acaba de llegar de un superior oficial de la Armada, acabado de ser puesto en retiro esta noche.
Así me describo:
Buenas noches, Almirante Lajara Solá, respetuosamente le informo que esta noche fui puesto en retiro por el Poder Ejecutivo, por recomendación de la superioridad.
Como señal de respeto, ya fuera del rigor del cuartel, me desahogo con lo que escribí en medio del desfile militar de hoy con la intención de guardarlo, hasta que recibí esa noticia que me libera del proceso deliberante que me hubiera impedido enviarle esta nota.
Recibala como símbolo de respeto y admiración externa, ya que si nosotros hubiésemos seguido sus directrices, a lo mejor el hundimiento hubiera sido más lento. O tal vez no sucede!!
La historia es la siguiente.
Imaginemos esta tarde en el Malecón, pero con otra historia…
En 2009, cuando el almirante Lajara Sola tomó el timón como Jefe de Estado Mayor de la M de G, encontró un buque sentenciado, listo para desguace. Los expertos decían que no tenía salvación: su máquina principal yacía en tierra, inerte, como un casco varado en dique seco, condenado al olvido.
Pero él dinámico y valiente, Almirante, Lajara no se dejó arrastrar por la marea. Se llenó de fe y optimismo, supervisó cada paso, hasta la compra de un tornillo hasta el proceso del motor de propulsión en los hornos de la industria… y, contra todos los pronósticos, devolvió el buque a su derrota. Ese barco de la Segunda Guerra Mundial abordado por el legendario general Douglas McArthur que muchos daban por perdido, volvió a navegar.
Recuerdo bien aquella noche, cuando el jefe de operaciones navales M-3, zarpó rumbo a la base de Las Calderas. Estábamos un grupo de oficiales en una interesante conversación con el almirante Lajara, arreglando el mundo en el club naval para oficiales, a la espera de la salida de un remolcador con el patrullero de altura Didiez Burgos.
Antes de salir, el almirante Lajara le entregó una hacha al M-3 y le dijo con palabras premonitorias: “Jiminián, si se te intenta hundir un poco la proa, corta el cabo de remolque y que el Didiez se vaya con Neptuno al fondo del mar, si ese es su destino”.
Sin ese buque insignia, este pasado 27 de febrero, ¿quién hubiera hecho los honores de los 21 cañonazos a la
¿Autoridad Suprema de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional? ¿Qué nave habría mostrado la estructura imponente de un buque de guerra en nuestro mar Caribe, frente a la tarima presidencial?
Tal vez el mar guardaría silencio… o peor aún, rugiría con una tragedia con cantos de sirena.
La historia no solo se escribe con decisiones, sino con la voluntad de desafiar lo imposible. Usted lo hizo y no hay mejor día que mi último día en servicio activo para felicitarlo, en nombre de muchos que no se atreven .🙏🏻⚓️
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