-Clausewitz-
En nuestro país ha habido pioneros virtuosos en diferentes campos, que son fuente de inspiración para el anhelo de tener una industria naval pujante.
Antecedentes
En abril de 1955, Manuel María Pouerié Cordero anunció la construcción de un astillero en Haina a través de una publicación en el periódico El Caribe. Mucha agua ha corrido bajo el puente de las ilusiones, pero las inundaciones por las crecidas del río Haina y las edificaciones que han proliferado allí, hoy no permiten instalar un astillero. En 1991, la Marina de Guerra tenía un sincrolift (elevador de embarcaciones) y un dique flotante donado por el Gobierno de los EE.UU. en la Base Naval de Las Calderas, en Baní, para mantener sus buques menores.
En ese momento hizo un acuerdo con la compañía privada Ciramar S.A. para operar un astillero, convirtiéndose en Anabalca, ocupando terrenos, muelles y algunos espacios marítimos en la bahía de dicha Base Naval.
La experiencia con Anabalca durante los últimos 30 años, además de la reparación y el mantenimiento —con ocasionales incumplimientos contractuales en el orden financiero—, ha sido la construcción de tres remolcadores y cuatro lanchas auxiliares a través de la compañía holandesa DAMEN, que sólo permitió fabricar bajo licencia, sin transferencia de tecnología.
En 2011 publiqué La Armada del Milenio, cuyos capítulos II y III abordan desde el diagnóstico hasta los desafíos del tema que nos ocupa hoy. Ello incluye la Base Naval de Las Calderas.
Necesidades actuales
Sin pretender instalar desde el inicio un “astillero 4.0” usando la tecnología más avanzada —incluyendo inteligencia artificial—, el objetivo dominicano (serio) debería incluir:
• Una Alianza Público Privada (APP) con una participación justa, gradual y equitativa en los beneficios por parte de la Armada.
• Tanto la Armada como el socio privado deberían recibir beneficios tangibles.
• Recibir transferencia de tecnología del socio estratégico y/o de terceros.
• Contar con un astillero (complementado por diques flotantes) con capacidad para construir buques comerciales, militares y de preservación del medio ambiente.
• Reparar y construir con un costo competitivo a nivel internacional.
• Generar un impacto social positivo (crear empleo y usar la industria nacional).
La seguridad nacional
y el Código PBIP
Lo ideal sería que en la Base Naval de Las Calderas —activo estratégico— opere un solo astillero, pues por razones de seguridad nacional no se debe distorsionar ni reducir el radio de acción —terrenos y aguas restringidas— de la única base naval creada por ley en una bahía dominicana.
De conformidad con la legislación vigente, la zona de la bahía de Las Calderas es un bien del dominio público marítimo-terrestre y costas.
Adicionalmente, la zona adyacente a la bahía de Manzanillo (Montecristi), posee características apropiadas para que un inversor privado instale uno o más diques flotantes, para, posteriormente, expandir su operación a un astillero que construya buques sin limitaciones.
Tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, la Organización Marítima Internacional creó el Código internacional para la protección de buques e instalaciones portuarias (PBIP) obligando a las instalaciones portuarias a contar con una evaluación de protección (EPIP) y un plan de protección (PPIP). Los astilleros no están incluidos en el ámbito de aplicación del Código PBIP.
Considerando la seguridad nacional, este astillero debe recibir una EPIP hecha por el propio Gobierno Contratante y contar con un PPIP elaborado por personal especializado de la Armada, con cuatro oficiales de protección (OPIP) designados también por ella.
Se debería efectuar una EPIP anualmente y en función de ella, ajustar el PPIP.
El proyecto
Además de las inspecciones, certificaciones y reparaciones de buques, se podría incluir la construcción de lanchas interceptoras, catamaranes para cuidado del medio ambiente, barcazas, remolcadores, embarcaciones de pesca y deportivas.
Para la etapa de construcción de buques se deben determinar puntos centrales, como: Modalidad de construcción, dimensiones máximas, elementos importados y tiempo de construcción por unidad tipo.
Implementación
La Armada cuenta con una dirección de Planes y Proyectos para diseñar una estrategia con visión a varias décadas. Hoy debería ser una herramienta de primer orden, participando en este proyecto a fin de cubrir sus necesidades en materia de incorporación de unidades y la reparación y el mantenimiento de las existentes.
Una Escuela de Marina Mercante moderna y actualizada, podría formar al personal tanto técnico como administrativo de la industria naval, complementando el conocimiento que pueda aportar el socio privado del emprendimiento.
Se requiere de técnicos, como soldadores especializados —entre otras capacidades laborales—, pero suelen pasar inadvertidos ciertos requerimientos. Por ejemplo que un contrato de construcción naval incluye terminología técnica y jurídica en inglés, fundamental para exportar valor agregado.
Se debería consultar a la Asociación Nacional de Industrias Metalmecánicas y Metalúrgicas de la República Dominicana (con 700 empresas asociadas) para determinar su posibilidad de adaptación a las necesidades navales.
He aquí el punto de partida de un sueño que puede ser realidad con una planificación estratégica realista y transparente —no repentista—, pensando en la Armada aliada al empresariado nacional, actuando como eslabón del desarrollo nacional además de sus misiones constitucionales de seguridad y defensa naval.
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