Homero Luis Lajara Solá
Santo Domingo, RD
Desde mi ingreso a las Fuerzas Armadas el 1 de octubre de 1979, hasta mi retiro voluntario (2013), solamente he visto un ascenso que se circunscribió “literalmente” a la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas, bajo la conducción del entonces secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, el almirante Iván Vargas Céspedes, con el apoyo del presidente de la República, Dr. Joaquín Balaguer (1995).
Y lo digo como testigo directo porque yo era el ayudante personal del más alto jefe militar en ese momento. Después de ahí se hizo otro ascenso similar en el gobierno del Dr. Leonel Fernández (1997), en la gestión castrense del almirante Rubén Paulino Álvarez.
El mismo tuvo el inconveniente de que, simultáneamente, por la mayoría de sus asesores militares no haber orientado correctamente al Presidente, como mayormente le ha sucedido a los otros presidentes, llegó otro ascenso paralelo del Palacio Nacional por instrucciones del Presidente de la República.
Según constaba en un documento firmado por el entonces jefe del Cuerpo de Ayudantes Militares del Presidente de la República, el cual, en mi condición de ayudante personal del secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, hoy ministro de Defensa, fui a buscar personalmente a Palacio.
Pasaron los años y siguió el mismo proceso desde el Ministerio de Defensa. Salían los ascensos, mayormente ajustados a la Ley Orgánica de las FFAA, y preciso “mayormente” porque muchos jefes militares al ver que ascendían a relacionados con políticos de Palacio, sin la antigüedad ni el mérito, encontraron esa peligrosa brecha para incluir a los suyos.
Esa distorsión ocasionada por diferentes males institucionales, causó que la pirámide de mando se invirtiera, originando un “escalafón deforme”, sobre todo en los rangos más altos, al punto de que se agruparon coroneles con 10 años o más de diferencia de ingreso a la milicia.
A la llegada del presidente Luis Abinader al gobierno en el 2020, no conocía personalmente a los jefes de fuerza que había nombrado. Se inició la selección de los mandos mayormente por antigüedad, integridad y currículum.
Después de tantos años de violaciones a la Ley Orgánica de las FFAA, el actual ministro de Defensa, teniente general Carlos L. Díaz Morfa -muro de contención de aspiraciones inmerecidas o a destiempo de ciertos subalternos-, por su conocimiento de la historia militar y sus interioridades, ha evitado muchas designaciones inapropiadas.
Al conocer el manejo del Estado, con el apoyo presidencial, el ministro de Defensa ha iniciado un desmonte gradual de irregularidades tratando de que sea con los menores traumas, llevando el proceso lo más apegado posible a la Ley Orgánica, cada año con más avances, sin negar los gazapos legales e imposiciones propios de esta cultura que deben extirparse de raíz.
Nadie en un ámbito racional justo puede pretender que ese tipo de transformaciones se hagan de golpe y de la noche a la mañana, y sin que se cometan errores. La clave del éxito es, sin excepciones, no salirse del rumbo de la ley.
En esa dinámica han ocurrido situaciones, muchas por razones ajenas a la voluntad militar, y han tenido que acatarse, sin negar que, en menor medida, factores como: agradecimiento, confianza, compromiso y afecto, hayan tenido su influencia en los tomadores de decisiones.
Por eso la importancia de la ley como baluarte.
Al preguntarnos, si “la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas se cumple o no?, bajo estas circunstancias, no es justo que se quieran hacer juicios de valor con la severidad de un censor romano sobre el cumplimiento de la ley, cuando en estos momentos la balanza se inclina más al lado positivo.
¿Que aún falta camino por andar? Claro que sí! Pero sólo llevando un proceso como el que está en curso, en búsqueda de la excelencia, si se da continuidad de Estado, entiendo que se llegará gradualmente al punto ideal en el cumplimiento estricto de la ley.
Todo dependerá de la “constancia” de la voluntad política actual y futura, para que presenciemos el entierro real del empirismo y de las violaciones a la Ley Orgánica militar, con el caudal de frustraciones entendibles de muchos oficiales antiguos, capaces e íntegros que no tuvieron o no han tenido la oportunidad de ocupar las posiciones más elevadas.
Nos referimos a unas instituciones que deben ser siempre referentes de institucionalidad, virtuosas y apartidistas, por ser una de las columnas principales de la democracia, para defenderla sin practicarla, y gendarmes de la seguridad nacional y la paz: Las Fuerzas Armadas.
Vía: Listín Diario
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